Numerosas veces, el nombre de Mexico esta en boca de la apostasia. No debe exctrañarnos, desde el momento en que es uno de los paises en los que mas fruto producen las buenas nuevas. Mexico es objeto de odio intenso por la apostasia profesional y han levantado contra la Sociedad Watchtower numerosas calumnias, buscando desacreditarla.
Hay numerosos estudios basados en la historia de los TcJ en Mexico, y no es dificil oir y leer opiniones neutrales, a favor de los hermanos en este pais. Como ocurre con el estudio editado de Harim B. Gutierrez, del que comentaremos en este articulo.
En la entrada de numerosas viviendas de Mexico,podemos observar una pequeña calcomanía; al lado de la imagen de la virgen de Guadalupe se lee: "Este hogar es católico, no aceptamos propaganda protestante ni de otras sectas".
El tajante mensaje tiene como destinatarias a las organizaciones religiosas que predican su mensaje de casa en casa. Entre éstas hay una que destaca sobre todas las demás por el gran celo que muestran sus fieles en esa tarea evangelizadora, nosotros, los Testigos cristianos de Jehova.
Si bien son una religión minoritaria en México, nuestro país alberga a la tercera mayor población de testigos de Jehová en el mundo, sólo superada por la de Brasil y la de los Estados Unidos. Según sus propias cifras, en el año 2003 se registraron en la república 572 530 predicadores activos (ellos prefieren llamarse "publicadores"), repartidos en 10 968 congregaciones, que condujeron un promedio de 603 329 estudios bíblicos. Además en ese mismo año se bautizaron 20 988 nuevos testigos. Su rito más importante, la conmemoración de la última cena y la muerte de Jesucristo, mejor conocida como la "Cena del Señor" o "el Memorial",
registró en el año de 2003 una asistencia de 1 738 387 personas.
A pesar del gran número de testigos que hay en nuestro país, son pocas las personas que han tratado de estudiarlos como un fenómeno social o histórico. Para la televisión, la radio y la prensa escrita constituyen un objeto de interés periodístico, aunque a menudo la información que proporcionan peca de ignorancia o prejuicio. También podemos encontrar muchos datos sobre los testigos en la internet. Sin dejar de lado la buena información que es posible hallar allí, debemos advertir que a menudo las páginas
web pueden ser obra de ex testigos cuyo afán revanchista o sus esfuerzos por atraer a una nueva religión a sus antiguos hermanos de fe los hace poco confiables. Otros sitios tienen la desventaja de ser páginas apologéticas, cuya misión principal es demostrar la validez de su propio credo y refutar el de los testigos. Además el plagio descarado y la poca o nula crítica de fuentes son moneda corriente. La página oficial de los testigos de Jehová, www.watchtower.org, por su parte, más que dedicarse a los aspectos históricos del movimiento, nos ilustra sobre las facetas actuales de su obra y algunos temas de interés general
Nuestro trabajo se centra en la historia de los testigos como organización. Hablaremos de cómo, a partir de 1919, un pequeño grupo de creyentes -integrado sobre todo por mexicanos y algunos misioneros foráneos- trató de implantar en un país abrumadoramente católico-romano una nueva forma de asociación religiosa cristiana, de origen extranjero, que no era católica ni ortodoxa ni protestante.
En su afán de echar raíces y sobrevivir en este medio, su movimiento tuvo que formalizarse y tratar de obtener alguna forma de garantía legal para sus actividades, superando la desventaja que significaba el hecho de que la Constitución mexicana de la época no reconocía personalidad jurídica alguna a las iglesias. Otros aspectos que destacaremos serán los primeros cismas que padeció la joven organización, así como la manera en que se enfrentó a las oportunidades y los riesgos que se derivaban del conflicto entre la Iglesia y el Estado mexicano, que vivió una de sus fases más enconadas en la época que se extiende desde la promulgación de la Carta Magna de 1917 hasta finales de la década de 1930.
El anticlericalismo llegó a uno de sus puntos culminantes entre diciembre de 1916 y febrero de 1917, cuando se reunió el Congreso Constituyente que produjo una nueva carta magna. La Constitución de 1917 prohibió, en su artículo 3o la educación religiosa. El artículo 5o proscribió las órdenes monásticas. El 24o. garantizó la libertad religiosa, pero confinó los actos de culto público al interior de los templos y los puso bajo vigilancia del gobierno. El artículo 27o. despojó a las Iglesias del derecho a adquirir, poseer o administrar inmuebles y declaró propiedad de la nación todos los lugares de culto.
El artículo 130 estableció el matrimonio como un contrato civil y desconoció la personalidad jurídica de las Iglesias. Les exigió a los ministros de culto ser mexicanos por nacimiento para poder ejercer su profesión; los despojó de sus derechos políticos, les prohibió criticar a las leyes, las autoridades o al gobierno en general y los obligó a inscribirse en un registro. Las publicaciones confesionales no podrían comentar asuntos políticos ni publicar información sobre los actos de las autoridades o sobre los individuos que tuvieran que ver con los asuntos públicos
Fue en este contexto, de acalorado enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado, que se produjo la llegada a México de los testigos de Jehová, que en ese entonces eran conocidos como "los estudiantes internacionales de la Biblia". Durante más de una década lucharían por sobrevivir y se enfrentarían al mismo tiempo a los efectos de un importante cisma. Finalmente se sobrepusieron, aunque en cierto momento estuvieron muy cerca de extinguirse. Sin embargo, en 1917, nada de eso pasaba por la mente de un joven mexicano que estudiaba en Texas; no imaginaba que se convertiría en el introductor de una nueva religión en su país.
La historia oficial de los testigos en México relata que durante la época de la Revolución algunos inmigrantes mexicanos se relacionaron en Estados Unidos con los estudiantes de la Biblia y cuando regresaron a su país llevaron consigo literatura de la
WTBTS. Se dice que varios se convirtieron. Se cuenta, además, que en el norte de México predicaron unos estudiantes de la Biblia norteamericanos, quienes consiguieron algunos prosélitos
En 1917 un joven mexicano llamado Abel Ortega estudiaba medicina en la ciudad de San Antonio, Texas. Allí conoció a un predicador apellidado Moreyra, quien lo convenció de convertirse en estudiante de la Biblia. Ortega renunció a la medicina y regresó a la ciudad de México para difundir su nueva fe, apoyándose en la obra de Charles T. Russell titulada
El plan divino de las edades. El tío de Abel, quien iba a financiarle sus estudios, no estuvo conforme con la decisión de su sobrino y lo echó de su casa. Ortega se mudó al barrio de Santa Julia, en el norte de la ciudad. Allí comenzó a predicar y en dos años reunió un grupo de 30 personas, que formaron la primera congregación de estudiantes de la Biblia mexicanos. Consiguieron luego un local para reunirse en el centro de la ciudad, el cual sería el primer salón del reino
de la capital del país. En 1919 los estudiantes de la Biblia realizaron asambleas de cuatro días de duración en la ciudad de México.
Parecía que la obra marchaba por buen camino, pero la pequeña congregación sufrió entonces un cisma devastador
Hacia 1920, según la historia oficial de los testigos en México, Ortega "quedó fascinado por una nueva religión, cuya sede estaba en Francia, y dejó de reunirse con los que habían sido sus hermanos cristianos. El grupo se fragmentó, y sólo quedaron unos cuantos que procuraban hacer la voluntad de Jehová".
La misma fuente califica a esta deserción como una "penosa experiencia" y no vuelve a mencionar a los cismáticos -ni a los que permanecieron fieles-.
Lo cierto es que fue un golpe muy duro para los estudiantes de la Biblia mexicanos, cuyo número no crecería mucho durante la década de 1920.
La obra de los estudiantes de la Biblia en México se redujo mucho, probablemente hasta casi desaparecer. De hecho, en 1965, el historiador canadiense M. James Penton afirmó que los testigos de Jehová habían comenzado su labor en nuestro país en 1926, "con unos cuantos predicadores".
Parece que en los años siguientes el número de estudiantes de la Biblia siguió bajando. Hacia 1925 había nueve congregaciones en todo el país, pero en 1929 se habían reducido a sólo cuatro
Sin embargo, no dejó de haber trabajadores celosos que mantuvieron vivo el movimiento. A finales de mayo de 1927 encontramos ya constituida a la "Rama Mexicana de la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia", la cual tenía un salón de estudios en la 4a. calle de Moctezuma 103 en la ciudad de México. Ese mismo año lo mudaron a la 6a. calle de Soto 163. Para julio siguiente, la Asociación eligió por acuerdo unánime de su asamblea a una nueva directiva integrada por Jesús David Osorio Morales, como secretario; Ramón V. Jiménez, tesorero; Margarita Montenegro de Osorio Morales, y, como encargada de su salón de estudios, Tomasa Córdoba.
Sus actividades ya eran lo suficientemente importantes como para atraer la atención de las autoridades; en julio de 1927 la Oficina Confidencial de la Secretaría de Gobernación recibió la orden de investigarlos
En 1929, por fin, el juez Rutherford decidió dedicarle mayor atención a México y ordenó que se estableciera una sucursal de la
WTBTS en la capital, y la puso a cargo de David Osorio Morales.
El año siguiente la asociación se había mudado a la casa situada en Plaza de la Constitución 28, en Azcapotzalco, Distrito Federal. Osorio, en su carácter de representante legal de la asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia, solicitó en 1930 a la Secretaría de Gobernación que emitiera una opinión oficial acerca del carácter legal de la asociación "para de este modo sentirnos seguros de no violar siquiera involuntariamente las leyes sobre la materia o ir al otro extremo de creernos comprendidos dentro de lo que no nos abarca". Para ilustrar a las autoridades, Osorio resumió las prácticas y creencias de su grupo. Afirmó que "la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia tiene por objeto, por todos los medios posibles, la difusión de principios y verdades que contribuyen a la cultura de todas las clases sociales, muy especialmente las humildes, persiguiendo su elevación, tanto económica, como moral y física".
La asociación difundía su mensaje educativo mediante libros, folletos, periódicos y conferencias públicas, donde se analizaban "asuntos históricos, científicos, cronológicos y filosóficos a la luz de la Biblia"; además organizaba clases en las cuales los asistentes estudiaban y discutían las materias aludidas.
También echaba mano de "inventos modernos" como las películas cinematográficas, los fonógrafos,
los programas de radio "y todos los demás que se vayan perfeccionando".
Osorio también hizo una declaración de principios, al afirmar que los miembros de su organización
profesan profunda reverencia y alaban de palabra y obra al Creador de los cielos y la tierra, Jehová Dios, pero sin expresar sus sentimientos, echando mano de cultos, ceremonias, etcétera, sino por medio de argumentos y razonamientos que convencen y satisfacen al corazón, siendo irreconciliablemente anticlericales y opuestos al dominio de la conciencia y al enfrentamiento de la razón.
En consecuencia, aseguró, no tenían clero ni realizaban actos de culto, reuniones secretas o colectas. Tampoco se esforzaban por "agrupar gentes" -es decir, ganar prosélitos- "pero sí por instruirlas en asuntos bíblicos [...], aun cuando nunca se reúnan con nosotros". Para obtener la membresía bastaba la sola "determinación individual", y se organizaba un "acto de iniciación para el que lo solicita".
Osorio aseguró también que estaban dispuestos "a cumplir y cooperar con toda medida que nos atañe o comprenda, siendo el caso que las medidas dictadas por el gobierno, que son con el fin de evitar abusos y de poner trabas al dominio de la conciencia por un determinado grupo de individuos". Un ejemplo de esto era que aceptaban el registro y el matrimonio civiles, actos que, por su parte, ellos mismos no celebraban en ningún lugar del mundo.
Las cosas salieron bien. La Secretaría de Gobernación autorizó el funcionamiento de la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia, "siempre que el mismo no contravenga lo dispuesto en las leyes dictadas en materia de culto religioso y disciplina externa".
La carta de Osorio nos presenta claramente la táctica que usaron primero los estudiantes de la Biblia y después los testigos de Jehová, para sobrevivir ante la política antirreligiosa del Estado mexicano. Procuraron resaltar, ante todo, las facetas filantrópicas y educativas de su obra, pero de una manera sensata pues se presentaron como personas dispuestas a colaborar con los esfuerzos del gobierno para mejorar la condición de las clases humildes, fomentar la instrucción popular y combatir el fanatismo. Por eso aseguraron que en su labor proselitista no echaban mano de cultos y ceremonias; más bien usaban "argumentos y razonamientos que convencen y satisfacen al corazón". Por último hacían una declaración que no debía sonar mal para los oídos de un gobierno que había combatido durante varios años contra la insurrección cristera: ratificaron su carácter "irreconciliablemente anticlerical y opuesto al dominio de la conciencia y al enfrentamiento de la razón".
En el aspecto de la predicación y la conversión de nuevos adeptos, luego de más de una década de actividad en México, la situación de los estudiantes de la Biblia no era para regocijarse. Hacia 1930 tenían tres congregaciones en la ciudad de México y 19 en el resto del país.
En 1931, cuando los miembros de la
WTBTS adoptaron el nombre testigos de Jehová, la sociedad tenía apenas 82 miembros en todo el país
En diciembre de ese año, el señor Jesús Morales H., a nombre de los testigos de Jehová, notificó al secretario de Gobernación que la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia, con domicilio en el número 71 de la calzada Melchor Ocampo, en el Distrito Federal, había cambiado su nombre a Sociedad de la Torre del Vigía. Morales reiteró que su grupo estaba desligado de toda organización clerical católica, protestante o de otros credos, y que su único fin era difundir el conocimiento de la Biblia "de una manera enteramente laica", sin cultos, ceremonias ni formalismos religiosos. Esa labor era realizada por medio de libros y de conferencistas. Sus oradores no eran clérigos, sino laicos, "personas comunes y corrientes en la estructura social, sin carácter ni título eclesiástico alguno". Las conferencias eran gratuitas y abiertas para todos.
Una vez expuesto lo anterior, y con la esperanza de haber convencido a la Secretaría de Gobernación sobre las bondades de la obra de La Torre del Vigía, Morales le solicitó que autorizara a los testigos para conducir reuniones en cualquier lugar de la república donde hubiere personas interesadas en acudir. También pedía que a sus conferencistas, al público asistente a sus reuniones y a las personas que distribuían literatura de casa en casa, les fueran otorgadas las garantías establecidas por la Constitución. Morales concluyó asegurando que la Torre del Vigía tendría siempre sus puertas abiertas para la inspección de las autoridades, y que les proporcionaría cualquier dato pertinente
El año de 1943 fue crucial para el futuro de los testigos de Jehová en México. El acuerdo tácito que habían logrado con el Estado a partir de 1927 estaba llegando a sus límites y necesitaba renovarse de alguna forma. Los afectaban las mismas restricciones legales que a las demás religiones, por lo que se pusieron trabas a su predicación de puerta en puerta, alegando que la ley estipulaba que los actos religiosos de culto público debían celebrarse dentro de los templos. Lo mismo se dijo en relación con sus asambleas públicas. Estas trabas eran más molestas por el hecho de que el movimiento estaba experimentando un crecimiento notable; sus asambleas eran cada vez mayores y La Torre del Vigía necesitaba comprar bienes inmuebles, los cuales, si dedicaban a fines religiosos, pasarían a ser propiedad federal. Así pues, La Torre del Vigía de México creyó conveniente reorganizarse, destacando "la naturaleza educativa" de su obra. El 10 de junio de 1943 solicitó su registro como asociación civil ante la Secretaría de Relaciones Exteriores, misma que fue aprobada el 15 de junio de ese mismo año
La Torre del Vigía de México se definió como una "asociación civil fundada para la divulgación científica, educadora y cultural no lucrativa".
Al tomarse esta medida, los testigos de Jehová mexicanos dejaron de cantar himnos durante sus servicios religiosos, sustituyéndolos con la lectura de un texto bíblico alusivo al tema del canto; los lugares de reunión recibieron el nombre de salones de estudios culturales (en el resto del mundo se usó la denominación salones del reino) y las congregaciones conservaron el nombre de compañías. Tampoco se hicieron ya oraciones en voz alta y se evitó todo lo que pudiera dar la impresión de un servicio religioso. La predicación de casa en casa siguió efectuándose, pero sin emplear la Biblia; las Sagradas Escrituras sólo se usarían dentro de las casas de las personas interesadas, durante los estudios bíblicos, que cambiaron su nombre por el de estudios culturales.
Para resaltar su obra educativa La Torre del Vigía incluyó en sus estatutos la obligación de enseñar a la gente a leer y escribir. Por lo tanto, el 17 de mayo de 1946, las autoridades concedieron el registro legal a un centro de alfabetización administrado por esa asociación y dirigido por el señor José Maldonado. El gobierno suministró los primeros libros de texto para las clases. Posteriormente, se empleó el folleto
Aprenda a leer y escribir, editado por la Sociedad Watch Tower. Hasta el año de 1966, se enseñó a leer y escribir a 33 842 personas, y hacia 1993 la cantidad de alfabetizados ascendía a 127 766. Hay que señalar que las personas alfabetizadas por lo general se convertían en testigos de Jehová
Otra ventaja de esta campaña fue que provocó una muy buena impresión entre los funcionarios de la Secretaría de Educación Pública,
lo cual ayudó probablemente a contrarrestar las críticas hacia los hijos de los testigos por su negativa a honrar los símbolos patrios durante las ceremonias escolares.
El nuevo
modus vivendi les permitió coexistir con el Estado mexicano sin demasiados tropiezos durante casi 50 años. Por lo general, el gobierno se mostró tolerante con los testigos de Jehová, a pesar de que la situación de las religiones no estaba muy bien definida por la ley.
El arreglo perduró hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuando se reformó la Constitución para dar reconocimiento jurídico a las iglesias; el 7 de mayo de 1993 Los Testigos de Jehová en México y La Torre del Vigía recibieron de la Secretaría de Gobernación los certificados que las reconocieron como asociaciones religiosas.
Los testigos de Jehová mexicanos fueron quienes mejor aprovecharon esta situación. No sólo llegaron a un acuerdo con el Estado en la época del maximato, sino que lograron negociar un nuevo
modus vivendi con el régimen de Ávila Camacho; superaron su condición inicial de colaboradores en la lucha contra la Iglesia católica para convertirse en una suerte de auxiliares educativos del gobierno mexicano, que lo ayudaban a enfrentar el grave problema del analfabetismo. Es decir, demostraron que podían continuar siendo útiles para el Estado después del conflicto religioso. Eso les aseguró una convivencia sin demasiados tropiezos con los gobiernos surgidos del Partido Revolucionario Institucional durante casi cincuenta años.
Hemos eludido muchisima informacion adicional que ahora no viene al caso. Pero sabemos que para quien sienta curiosidad provocada por la intoxicacion apostata, ya tiene los datos reales de lo que ha sido la historia inicial de los TcJ en Mexico.
La evidencia del crecimiento de hermanos, es una prueba irrefutable de la aprobacion de Jehova.
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