Jesús contó una parábola sobre un rey y uno de sus esclavos. El rey le perdonó al esclavo una deuda que era tan grande que nunca podría pagarla. Más tarde, ese mismo esclavo no quiso perdonarle a otro esclavo una deuda mucho más pequeña. Al final, el rey metió en la cárcel al esclavo que no tuvo misericordia. Lo que hizo aquel esclavo no solo lo perjudicó a él, sino a otros también. Para empezar, fue cruel con su compañero y “mandó que lo metieran en prisión hasta que pudiera pagar la deuda”. Y, además, hizo daño a otros esclavos que vieron lo que había hecho. Jesús dijo: “Cuando los demás compañeros esclavos se enteraron de lo que había pasado, se disgustaron mucho” (Mat. 18:30, 31). De manera parecida, lo que nosotros hacemos también tiene un efecto en los demás. Si alguien nos trata mal y nos negamos a perdonarlo, ¿qué puede pasar? Para empezar, le hacemos daño a él porque le negamos nuestro perdón y nuestro cariño, y quizás hasta lo ignoremos. Además, hacemos que los hermanos de la congregación se sientan incómodos al notar que no estamos en paz con esa persona. w21.06 22 párrs. 11, 12

LECTURA SEMANAL DE LA BIBLIA. 2 CRONICAS 31
Después de la gloriosa celebración de la pascua de doble duración, el pueblo renunció a toda idolatría en los términos más enérgicos posibles. Esto muestra cuán amplia fue la obra, que incluyó no solo el reino de Judá sino también porciones sustanciales del territorio de las tribus del norte.
Ezequías no permitió que la reciente celebración de la pascua fuera un evento único. Siguió con la organización e institución del servicio
sacerdotal regular. Restableció los veinticuatro turnos rotativos que habían sido establecidos por el rey David. Esto muestra algunos de los deberes de los sacerdotes y los levitas. Su trabajo incluía la administración de los sacrificios, los servicios generales y la adoración. El rey Ezequías estaba tan comprometido con la restauración del servicio sacerdotal adecuado que personalmente apoyó su trabajo con una parte de su propia hacienda.
El rey Ezequías no presentó esto como una opción para el pueblo de Judá. Se les mandó cumplir con sus obligaciones bajo la Ley de Moisés de mantener el sacerdocio a través de sus diezmos. Esto nos recuerda otro deber de los levitas, más allá de lo que se menciona en 2 Crónicas 31:2, el estudio y la enseñanza de la ley de Jehová. El sustento a los levitas a través de los diezmos del pueblo permitía esto.
La respuesta del pueblo fue impresionante. En lugar de pensar en las razones por las que este mandamiento no aplicaba a ellos o en excusas para librarse de la obligación, trajeron asimismo en abundancia los diezmos. La entrega de los diezmos era tan abundante que tomó cuatro meses simplemente recibir todas las donaciones. Los sacerdotes y los levitas habían sido descuidados durante mucho tiempo, y ahora tenían bastante.
El rey Ezequías fue lo suficientemente sabio como para saber que era importante administrar adecuadamente las generosas donaciones del pueblo de Dios. Estaban preocupados por hacer todo fielmente, por respeto tanto a Dios como a su pueblo, que dio generosamente. Ezequías puso a hombres fieles en posiciones de responsabilidad y rendición de cuentas sobre estos diezmos.
Los diezmos se usaban para apoyar a los que realizaban la obra del ministerio para Jehova y su pueblo (y, por supuesto, para mantener a sus familias también).
La consagración de Ezequías fue ejemplar entre los reyes de Judá. Su interés no era principalmente por el poder político o el prestigio, sino por lo que era bueno, recto, y verdadero, delante de Jehová su Dios. Además, cuando hizo algo, lo hizo de todo corazón.
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Jehová lo perdonará generosamente (Is. 55:7).
Algunos siervos de Dios se han sentido abrumados por la culpa debido a errores que cometieron en el pasado. Su corazón los condena y los convence de que, por mucho que se arrepientan, Jehová nunca podrá perdonarlos. Si usted se siente así, le será de mucha ayuda comprender que Jehová está deseando mostrarle su amor leal para que le sirva feliz y con la conciencia limpia. ¿Por qué? Porque “la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Si usted está desanimado por algún defecto que tiene, recuerde que Jehová está deseando perdonar a quienes se arrepienten de sus pecados. Fíjese en cómo David relacionó el amor leal y el perdón. En un salmo, escribió: “Tan alto como está el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor leal por los que le temen. Tan lejos como está el este del oeste, así de lejos ha puesto de nosotros nuestros pecados” (Sal. 103:11, 12). w21.11 5, 6 párrs. 12, 13
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