Aunque muchos de los gobernantes de las naciones afirman servir a Dios, no quieren renunciar a su poder y autoridad. Al igual que en tiempos de Jesús, hoy día se oponen al Ungido de Jehová atacando a sus siervos leales (Hech. 4:25-28). ¿Cómo responde Jehová? Salmo 2:10-12 dice: “Así que ahora, reyes, sean perspicaces; acepten la corrección, jueces de la tierra. Sirvan a Jehová con temor y alégrense con temblor. Honren al hijo; si no, Dios se indignará y ustedes morirán en el camino, porque su furia se enciende rápidamente. ¡Felices todos los que se refugian en él!”. Jehová es bondadoso y les concede a estos opositores un periodo de tiempo para que cambien de parecer y acepten su Reino. Pero el tiempo se agota (Is. 61:2). Es más urgente que nunca que las personas conozcan la verdad y tomen la decisión de ponerse de parte de Jehová. w21.09 15, 16 párrs. 8, 9
LECTURA SEMANAL DE LA BIBLIA. 2 CRONICAS 25
Amasías, hijo del gran reformador Jehoás, continuó con el reinado en general piadoso iniciado por su padre. Tuvo un buen comienzo al adherirse así estrictamente a la ley. Feliz hubiera sido para él y para su reino si hubiera continuado como comenzó.
Permitio transigencias, como permitir sacrificios continuos y ofrendas de incienso en los lugares altos. . Fue bueno para él eliminar a aquellos que consideraban que el asesinato del rey
era una forma razonable de cambiar el reino. Era práctica estándar del mundo antiguo ejecutar no solo a la parte culpable de tal asesinato, sino también a su familia. Amasías fue en contra de la práctica convencional de su época y, en cambio, obedeció la palabra de Dios.
Al reunir un ejército (que eventualmente pelearía contra Edom), Amasías tomó a sueldo tropas mercenarias de las tribus del norte de Israel. Esta era una práctica común en el mundo antiguo.
Un profeta anónimo advirtió al rey Amasías que no usara las tropas israelitas que había contratado. Yendo más allá, le advirtió que si él iba a la batalla usando estas tropas israelitas, Dios te hará caer delante de los enemigos.
Amasías escuchó y comprendió el mensaje de Dios de su mensajero. Sin embargo, su pregunta es bastante común: “¿Cuánto me costará ser obediente?”. El profeta sabiamente respondió a Amasías. Cueste lo que cueste la obediencia, en última instancia siempre es más barata que la desobediencia. Él les pagó según lo prometido, confiando en que Dios podía regresarle mucho más, y los envió a casa con fe, confiando en que Dios los protegería y les proveería. Esto provocó grandemente al ejército despedido contra Judá, probablemente porque contaban con el saqueo anticipado como ingresos adicionales.
Amasías vio la victoria que Dios prometió. Los edomitas, que aparentemente se habían rebelado contra la autoridad de Judá, fueron derrotados.
La maldad de los soldados israelitas despedidos y su hambre de saqueos y despojos. Estaban decididos a enriquecerse a través de la conquista, más allá de su salario de soldados. Los soldados de Israel cometieron depredaciones en su camino de regreso. Este fue el resultado de la locura y el pecado de la propuesta de Amasías.
Los dioses de los hijos de Seir no pudieron defender ni ayudar a los edomitas, pero él los adoró. Dios envió un profeta para aclarar este punto al rey Amasías. El logro de Amasías parece sacar lo peor de él. Mientras que antes le había dado alguna respuesta a Dios, ahora se vuelve hacia la idolatría, la persecución, la venganza, la intransigencia, el orgullo y la apostasía.
Orgulloso de su éxito contra Edom, Amasías decidió hacer la guerra contra el reino del norte de Israel, sin duda en represalia por los ataques de saqueo de los mercenarios despedidos de Israel. Tenía motivos para creer que tendría éxito. Recientemente había reunido un ejército de 300.000 hombres que mató a 20.000 hombres en una victoria sobre Edom (2 Crónicas 25:5, 11-12). El rey Jehoás de Israel parecía muy débil, con solo 50 jinetes, 10 carros y 10,000 soldados a pie después de ser derrotado por los sirios (2 Reyes 13:7).
Amasías debería haber escuchado este mensaje de Jehoás, pero no lo hizo. Provocó una pelea que debería haber evitado y no consideró ni la probabilidad de éxito ni el efecto que su derrota tendría en todo el reino de Judá.
Debido a la necia adopción de la idolatría por parte de Amasías, Jehova Dios le permitió entrar en una necia guerra con Israel. Los ídolos insensatos lo llevaron a tomar decisiones insensatas, y el Dios sabio en el cielo le permitió experimentar el efecto de esas decisiones.
Debido a su necio ataque contra Israel, Amasías perdió su libertad y por un tiempo se convirtió en prisionero del rey de Israel. Amasías vio derribadas las defensas de Jerusalén. No solo perdieron la batalla en Bet-semes, sino que también quedaron en una posición más débil para enfrentar futuros ataques. Amasías perdió el tesoro del pueblo de Dios. No fue solo una pérdida de su riqueza personal (los tesoros de la casa del rey), sino también del oro y la plata del pueblo de Dios. Esto incluso se extendió a los rehenes que fueron llevados de Jerusalén a Samaria.
La vergonzosa derrota contra Israel socavó el apoyo a Amasías entre los líderes de Judá. Estuvo todo el tiempo bajo el odio y el desprecio de sus súbditos. Fue asesinado, al igual que su padre.
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Si tenemos comida y ropa, estemos contentos con eso (1 Tim. 6:8).
Lo que Pablo quiso decir con estas palabras es que debemos estar contentos con lo que tengamos en sentido material (Filip. 4:12). La posesión más valiosa que tenemos es nuestra amistad con Dios, no las cosas materiales (Hab. 3:17, 18). Veamos lo que Moisés les dijo a los israelitas después de que hubieron pasado 40 años en el desierto: “Jehová tu Dios te ha bendecido en todo lo que has hecho. […] Durante estos 40 años, Jehová tu Dios ha estado contigo y no te ha faltado nada” (Deut. 2:7). Durante aquellos 40 años, Jehová les dio maná como alimento. Y su ropa, la misma con la que habían salido de Egipto, jamás se desgastó (Deut. 8:3, 4). Jehová se sentirá feliz si aprendemos a estar contentos con lo que tenemos, es decir, si valoramos hasta las cosas más pequeñas que nos da, las vemos como una bendición y damos gracias por ellas. w22.01 5 párrs. 10, 11
LECTURA SEMANAL DE LA BIBLIA. 2 CRONICAS 26
El reinado de Uzías se caracterizó en gran medida por el bien que hizo ante los ojos de Jehová. Su conducta fue recompensada con un largo reinado de 52 años.
Uzías llegó al trono en una era difícil: “Después de los trágicos eventos que pusieron fin al reinado del rey Amasías, Jerusalén estaba en desorden, una sección importante de su muralla protectora destruida, su templo y palacio vaciados de sus tesoros, y algunos de sus
habitantes llevados a Israel como rehenes.
Uzías fue activo en oponerse a los antiguos enemigos de los israelitas. Los filisteos también pueden haber estado activos contra Judá en un pasado no muy lejano. Jehova Dios le dio ayuda contra los filisteos. Los filisteos perdieron dos de sus ciudades principales: Gat y Asdod. Exigió presentes de los amonitas, que era como un impuesto que reconocía su posición inferior bajo Judá. Las reparaciones en Jerusalén fueron necesarias por los daños sufridos durante el reinado anterior.
En algún momento de su éxito, comenzó a alejarse de la ayuda de Dios y comenzó a confiar en su propia fuerza. Uzías violó lo que se había convertido en un principio general en el trato de Dios con Israel: que ningún rey debe ser también sacerdote, y que los oficios de profeta, sacerdote y rey no deben combinarse en un solo hombre . El problema de Uzías era que no estaba contento con la autoridad que Dios le había dado y quería agregar más funciones sacerdotales a su poder real.
Se necesitó valor para enfrentar a un rey, un heredero del rey David, un comandante de los ejércitos de Judá. Sin embargo, el sacerdote Azarías sabía que el crimen del rey Uzías era tan grande que justificaba esta confrontación. Dios declaró claramente que solo los descendientes de Aarón podían venir a Él como sacerdotes.
Con la cabeza llena de orgullo y furia, Uzías comenzó a ver brotar lepra en su cabeza. Sin duda, vio el problema por primera vez en los rostros de los sacerdotes horrorizados que miraron la lepra cuando apareció por primera vez en su rostro.
Uzías entró en el templo como un rey arrogante, y se fue como un leproso humillado y permaneció así por el resto de su vida.
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Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento (Prov. 3:5).
Esposos, ustedes son los responsables del bienestar de su familia, así que se esfuerzan por darle el apoyo y la protección que necesita. Por eso, cuando llegan los problemas, quizás piensen que ustedes pueden resolverlos solos. Pero no se dejen llevar por la tendencia a apoyarse en sus propias fuerzas. Más bien, oren en privado a Jehová y pídanle ayuda. También oren de corazón con su esposa. Busquen la guía de Jehová estudiando su Palabra y las publicaciones que nos da su organización, y apliquen los consejos que encuentren. Puede que algunas personas no estén de acuerdo con que tomen decisiones basándose en la Biblia. Tal vez digan que la mejor protección para su familia son el dinero y las cosas materiales. Pero recuerden el ejemplo del rey Jehosafat (2 Crón. 20:1-30). Él confió en Jehová y lo demostró con acciones. Jehová no abandonó a este hombre leal y tampoco los abandonará a ustedes (Sal. 37:28; Heb. 13:5). w21.11 15 párr. 6; 16 párr. 8
Dios nunca comete injusticias (Deut. 32:4).
Como Dios nos hizo a su imagen, no nos gustan las injusticias (Gén. 1:26). Pero, como somos imperfectos, podemos equivocarnos al juzgar, incluso cuando creemos que tenemos toda la información. Recordemos, por ejemplo, lo que le pasó a Jonás. Él se enojó mucho cuando Jehová decidió mostrarles misericordia a los habitantes de Nínive (Jon. 3:10-4:1). Sin embargo, gracias a la decisión de Jehová, se salvaron más de 120.000 ninivitas. Al final, era Jonás el que estaba equivocado, no Jehová. Dios no nos debe explicaciones a los seres humanos. Es cierto que en el pasado Jehová permitió que algunos de sus siervos opinaran sobre decisiones que él había tomado o iba a tomar (Gén. 18:25; Jon. 4:2, 3). Y, a veces, explicó por qué había tomado cierta decisión (Jon. 4:10, 11). Pero él no necesita que le demos el visto bueno para hacer nada, ni antes ni después de hacerlo (Is. 40:13, 14; 55:9). w22.02 3, 4 párrs. 5, 6
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