Lunes 14 de marzo
Va a haber una resurrección tanto de justos como de injustos (Hech. 24:15).
¿Le daremos clases por separado a cada persona que resucite, de manera parecida a como hacemos los cursos bíblicos hoy día? ¿Se les asignará a congregaciones y se les capacitará para que les enseñen a los que resuciten después de ellos? Habrá que esperar para averiguarlo. Lo que sí sabemos es que para el final del Reinado de Mil Años de Cristo “la tierra de seguro estará llena del conocimiento de Jehová” (Is. 11:9). ¡Qué mil años tan ocupados y tan emocionantes! Durante los mil años, todos los siervos de Jehová tendrán que hacer cambios para agradarlo. Por eso, serán comprensivos al ayudar a los resucitados para que luchen contra la tendencia al pecado y vivan como Jehová quiere (1 Ped. 3:8). Sin duda, cuando estas personas vean que el pueblo de Dios es humilde y al igual que ellas sigue esforzándose por hacer cambios y agradarlo, se sentirán impulsadas a adorarlo también (Filip. 2:12). w20.08 16 párrs. 6, 7
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ABUNDANDO EN EL TEXTO DEL DIA
Cada publicador del mensaje del Reino es responsable directamente al Gran Juez por la obra que hace o que no hace en la congregación y con ella. Dios exige “servicio razonable” de alabanza de cada uno, el cual el individuo debe de rendir conforme a un programa conveniente. Si, por la bendicion de Dios, puede hacer mucho en el servicio del Reino, no comparará su hoja de servicios con la de otra persona que quizá pueda hacer menos, valiéndose de la ocasión como oportunidad de jactarse entre sus hermanos. Se dará cuenta de "que cada uno examine sus propias acciones sin compararse con otra persona" (Gál. 6:4).
La noche que Jesús fué traicionado Pedro se jactó en contra de los otros apóstoles y el resultado fué que negó a su Señor Jesús tres veces. Usted hallará que lo bueno que mora en usted se debe a la bondad inmerecida de Dios y no a la propia hechura de usted, que usted necesita mucha misericordia y debe mostrar misericordia a otros.
Que la Palabra de Dios muestre a cada uno individualmente lo que Dios requiere de los que dicen que están “practicando la verdad.” Que no nos midamos por algún otro humano ni por normas humanas.
Martes 15 de marzo
Que cada uno examine sus propias acciones sin compararse con otra persona (Gál. 6:4).
Si seguimos el consejo del apóstol Pablo y examinamos nuestras propias acciones, puede que empecemos a ver que tenemos talentos que otros no tienen. Por ejemplo, quizás un anciano no sea muy buen maestro cuando está en la plataforma, pero sí en la obra de hacer discípulos. O puede que no sea tan organizado como otros ancianos de su congregación, pero que se le conozca por ser un pastor amoroso a quien los hermanos acuden para pedirle consejos de la Biblia. O tal vez tenga la reputación de ser hospitalario (Heb. 13:2, 16). Cuando tengamos claro cuáles son nuestros puntos fuertes, veremos que tenemos razones para alegrarnos por lo que aportamos a la congregación. Y, además, será menos probable que envidiemos a los hermanos que tienen talentos distintos a los nuestros. Sin importar el lugar que ocupemos en la congregación, todos debemos ponernos la meta de mejorar en nuestro servicio y ser mejores maestros. w20.08 24 párrs. 16-18
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Miércoles 16 de marzo
Vi una gran muchedumbre que ningún hombre podía contar (Apoc. 7:9).
Joseph Rutherford presentó el histórico discurso titulado “La grande muchedumbre” en 1935 en una asamblea en la ciudad de Washington (Estados Unidos). En su discurso, el hermano Rutherford explicó quiénes formarían la “grande muchedumbre” (Versión Moderna) o “gran muchedumbre” de la que se habla en Apocalipsis 7:9. Hasta ese momento, se pensaba que este era un grupo de seres humanos que irían al cielo pero eran de segunda categoría por ser menos leales. El hermano Rutherford usó la Biblia para aclarar que quienes forman la gran muchedumbre no son escogidos para vivir en el cielo, sino que son aquellos de las otras ovejas de Cristo que sobrevivirán a “la gran tribulación” y vivirán para siempre en la Tierra (Apoc. 7:14). Jesús prometió: “Tengo otras ovejas, que no son de este redil; a esas también las tengo que traer, y ellas escucharán mi voz. Formarán un solo rebaño con un solo pastor” (Juan 10:16). Este grupo lo forman testigos de Jehová leales que tienen la esperanza de vivir para siempre en la Tierra hecha un paraíso (Mat. 25:31-33, 46). w21.01 14 párrs. 1, 2
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Jueves 17 de marzo
Toda la gente los odiará por causa de mi nombre. Pero el que aguante hasta el fin será salvado (Mat. 10:22).
Los cristianos debemos ser disciplinados si queremos aguantar hasta terminar nuestra obra de predicar (Mat. 28:19, 20). Los seres humanos no somos disciplinados por naturaleza. Al contrario, tendemos a seguir la ley del mínimo esfuerzo. Para ser disciplinado se necesita autocontrol. Así pues, si queremos ser capaces de hacer las cosas que nos resulta difícil hacer, necesitamos ayuda. Y Jehová nos da esa ayuda mediante su espíritu santo (Gál. 5:22, 23). El apóstol Pablo era una persona disciplinada, pero admitió que tenía que “golpear” su cuerpo para hacer lo correcto (1 Cor. 9:25-27). Mandó a los cristianos que fueran disciplinados y que hicieran “todo de forma digna y ordenada” (1 Cor. 14:40). Esto es lo que se necesita para mantener un buen programa de actividades espirituales que incluya la participación regular en la predicación (Hech. 2:46). w20.09 6 párrs. 15-17
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Viernes 18 de marzo
Se tienen que predicar las buenas noticias en todas las naciones (Mar. 13:10).
Hoy día, podemos predicar con libertad en muchos lugares. Si vivimos en un país donde hay libertad religiosa, preguntémonos: “¿La estoy aprovechando bien?”. En estos últimos días, la organización de Jehová está inmersa en la mayor campaña de predicación y enseñanza de todos los tiempos. ¡Qué emocionante, y cuántas oportunidades de trabajar más tenemos los siervos de Jehová! Si vivimos en un periodo de paz, ¿cómo podemos aprovecharlo? (2 Tim. 4:2). Analicemos nuestras circunstancias. Pensemos en si nosotros o un miembro de nuestra familia pudiera hacer más en la predicación o incluso ser precursor. No es momento de acumular dinero y cosas materiales, que a fin de cuentas se perderán en la gran tribulación (Prov. 11:4; Mat. 6:31-33; 1 Juan 2:15-17). Muchos publicadores han aprendido otro idioma para predicar y enseñar a otras personas. Para apoyarlos, la organización de Jehová produce información bíblica en más de mil idiomas. w20.09 16 párrs. 9-11
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Martes 22 de marzo
Nunca te dejaré y jamás te abandonaré (Heb. 13:5).
¿Sabemos de algún hermano de la congregación que esté sufriendo debido a una enfermedad, un problema o la muerte de un ser querido? Si nos enteramos de que alguien lo está pasando mal, podemos pedirle a Jehová que nos ayude a decirle unas palabras amables o a hacer algo por él. Eso puede darle justo el ánimo que necesita (1 Ped. 4:10). Sabemos que Jehová está ahí para ayudarnos. Para ello, puede valerse de Jesús y de los ángeles. También, si está de acuerdo con su propósito, Jehová puede ayudarnos por medio de quienes tienen cierta autoridad. Y, como muchos sabemos por propia experiencia, Jehová utiliza su espíritu santo para hacer que sus siervos sientan el deseo de ayudar a sus hermanos. Así que, como el apóstol Pablo, podemos decir llenos de confianza: “Jehová es mi ayudante. No tendré miedo. ¿Qué puede hacerme el hombre?” (Heb. 13:6). w20.11 17 párrs. 19, 20
Miércoles 23 de marzo
Su fuerza dependerá de que mantengan la calma y demuestren confianza (Is. 30:15).
Los apóstoles tenían pruebas claras de que Jehová estaba con ellos, pues les había dado poder para hacer milagros (Hech. 5:12-16; 6:8). Aunque este no sea nuestro caso hoy en día, Jehová mediante su Palabra nos asegura con cariño que nos dará su aprobación y su espíritu si sufrimos por causa de la justicia (1 Ped. 3:14; 4:14). Así que, en vez de estar dándole vueltas a cómo reaccionaremos en el futuro si se nos persigue, es mejor que nos centremos en lo que podemos hacer ahora para confiar cada vez más en que Jehová puede ayudarnos y salvarnos. Debemos recordar la promesa de Jesús: “Les daré unas palabras y una sabiduría que todos sus adversarios juntos no podrán rebatir ni contradecir”. Además, tenemos esta garantía: “Con su aguante salvarán su vida” (Luc. 21:12-19). Y no olvidemos que, cuando un siervo suyo muere fiel, Jehová recuerda hasta el más mínimo detalle sobre él y lo resucitará. w21.01 4 párr. 12
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No necesitamos estar en una constante condición de remordimiento debido a los errores que cometemos por la imperfección inherente.
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Jueves 24 de marzo
Tengo esperanza en Dios de que va a haber una resurrección tanto de justos como de injustos (Hech. 24:15).
Incluso antes que el apóstol Pablo, el patriarca Job dijo que estaba seguro de que Dios se acordaría de él y le devolvería la vida (Job 14:7-10, 12-15). “La resurrección de los muertos” es uno de “los fundamentos” o “enseñanzas básicas” del cristianismo (Heb. 6:1, 2). Pablo la analizó a fondo en el capítulo 15 de 1 Corintios. Su explicación de seguro animó mucho a los cristianos del siglo primero, y también puede fortalecernos a nosotros sin importar por cuántos años hayamos abrigado esta esperanza. La resurrección de Jesucristo es la clave de nuestra esperanza de que nuestros seres queridos pueden resucitar. Era parte de “las buenas noticias” que Pablo les anunció a los corintios (1 Cor. 15:1, 2). De hecho, les dijo que, si no creían que Cristo fue resucitado, su fe sería inútil (1 Cor. 15:17). w20.12 2 párrs. 2-4
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Viernes 25 de marzo
Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho, y salió afuera y lloró amargamente (Mat. 26:75).
¿Qué ayudó al apóstol Pedro a recuperarse? Recordó que Jesús le había dicho que había rogado para que su fe no decayera. Jehová contestó aquella sentida oración. Más tarde, Jesús se le apareció, muy probablemente para animarlo (Luc. 22:32; 24:33, 34; 1 Cor. 15:5). En otra ocasión, Jesús se les apareció a los apóstoles después de que hubieran estado toda la noche pescando sin capturar nada. Allí, Jesús le dio a Pedro la oportunidad de confirmarle su amor y le demostró a su querido amigo que lo había perdonado dándole más trabajo (Juan 21:15-17). La manera en que Jesús trató a Pedro demuestra que era muy compasivo, igual que su Padre. Así que, cuando cometamos un error, no pensemos que Jehová nunca nos perdonará. No olvidemos que Satanás quiere que pensemos eso. Más bien, tratemos de vernos a nosotros mismos y a quienes nos ofenden con el mismo amor y compasión con que nos ve nuestro Padre celestial (Sal. 103:13, 14). w20.12 20, 21 párrs. 17-19
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